Se emplea cuando alguien pretende destacar sin mérito, cuando se estima que alguien o algo tiene una importancia que no merece o cuando se compone y adorna a alguien o algo para darle mejor apariencia, una apariencia juvenil. Alude a los viejos que resultan ridículos por arreglarse como si fueran jóvenes, algo impropio para su edad. En sentido general, se refiere a lo que resulta inadecuado o desproporcionado. Se aplica también a la mercancía que se va a vender y a la conveniencia de darle una buena apariencia. También puede aplicarse al matrimonio entre personas de edades muy diferentes.
Igual que la resistencia de un animal de carga como la mula tiene un límite, hay que medir las fuerzas propias o ajenas para no excederse y echarlo todo a perder.
Del mismo modo que no se debe forzar el caballo sin necesidad con la espuela ni con el bocado, no hay que importunar a los amigos ni abusar de su confianza, porque podemos cansarlos al menoscabar sus fuerzas y alterar su ritmo de vida, lo que puede hacer que dejen de atendernos.
Señala que las cosas tienen su precio y sus consecuencias, por lo que se debe obrar con sensatez y tino. Se aplica este refrán para recriminar tanto a quienes gastan con exceso en algo que les reporta placer como a quienes dan por seguro algo ilusorio o a quienes obran sin previsión.
Las personas ruines e incapaces de ser comedidas pueden abusar de la confianza que se les concede, por lo que se recomienda ser prudentes con la confianza que se da a algunas personas.
Se dice de quien no se conforma con la medianía, sino que aspira a algo de más calidad. Con este refrán, se recrimina a quien es extremado: o todo o nada; o logra lo que anhela o renuncia a todo. Pero, puede suceder que, por esperar algo mejor, pierda una oportunidad razonable.
Este refrán recomienda la moderación en el comer, incluso si se trata de alimentos considerados exquisitos, pues, aunque sean buenos, pueden acabar por cansar. En un sentido más general, indica que las cosas, aun siendo buenas, deben tomarse con calma, con el fin de no hartarse de ellas, pues no gustan que se repitan, se prefiere la variación.
Se emplea cuando alguien obsequia pródigamente con lo de los demás, precisamente porque a él no le supone gasto o pérdida. Recrimina irónicamente los excesos o las exigencias de ciertas personas. Cuando no hay que pagar, la gente no suele poner límite a su afán de acaparar.
Se emplea cuando hay demasiadas personas en un lugar y llegan más. En un sentido más amplio, se aplica cuando hay exceso de algo malo y todavía aumenta en perjuicio de uno.