Bajo la miel, está la hiel
Este refrán contiene una advertencia contra las falsas apariencias o la hipocresía. Recomienda desconfiar de los que esconden su verdadera condición bajo una apariencia falsamente complaciente y virtuosa.
(refrain) m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
Este refrán contiene una advertencia contra las falsas apariencias o la hipocresía. Recomienda desconfiar de los que esconden su verdadera condición bajo una apariencia falsamente complaciente y virtuosa.
La persona de buen genio, de carácter dócil y apacible suele ser bien acogida por los demás y consigue beneficios. Por otra parte, con tranquilidad y afabilidad se pueden vencer las dificultades.
La familiaridad entre personas de distinto sexo puede llegar hasta el extremo de hacer que pierdan el control de sí mismos y propiciar un embarazo inesperado. Previene contra el riesgo de embarazo o la precipitación en concertar una boda cuando los jóvenes se tratan con excesiva confianza y libertad.
Se aplica a personas y animales dotados de mala condición, para señalar que el mal persiste, que nunca desaparece. También se suele decir de la persona enferma, con el objeto de animarla.
Una vez saciado el apetito, la satisfacción trae la alegría. En un sentido más amplio, se emplea este refrán para expresar la alegría que experimenta quien consigue lo que necesita y está satisfecho por ello.
Es preferible que no se altere el orden de las cosas y acontecimientos. También da a entender que cada uno debe estar en su lugar y en sus asuntos.
Sólo corresponde calificar algo de bueno cuando se ha culminado.
Se aplica este refrán a quien pretende dar lecciones sin comprometerse ni cooperar. Generalmente, en el juego se compromete dinero, o cuando menos la honra o el amor propio. Existe, por tanto, el riesgo de no salir victorioso e incluso de acabar mal. Por el contrario, el que sólo es espectador y nada arriesga, todo lo ve fácil y asiste cómodamente mientras se desarrolla el juego; da su opinión o asegura que tal jugada hubiera sido maestra, pero probablemente no sería capaz de ganar con la facilidad con que habla.
Recrimina a quien hace muchos elogios y asegura estimar mucho a alguien, pero no ayuda en tiempo de necesidad porque supone mengua para su bolsa. En determinadas circunstancias, se podría aplicar a la intención de no mezclar amistad y préstamo de dinero; en tal caso, este refrán se relacionaría con el refrán Las cuentas claras, y el chocolate espeso y similares.
Las buenas obras y una conducta intachable valen más que el mejor sermón porque cualquiera puede darse cuenta de que esa persona hace lo que recomienda, los contenidos se transmiten mejor cuando el sujeto que los comunica los vive. La evidencia tiene más poder de persuasión que la mayor doctrina y elocuencia.
Como con frecuencia problemas y desgracias vienen juntos, se encarece que sólo le corresponda hacer frente a un contratiempo.
Lo que se logra con malas artes, no tiene buen final. Por otra parte, se puede aplicar a quien disfruta de bienes que no son de su propiedad o quien tiene una propiedad en usufructo no puede dejarlos en herencia a sus descendientes.
Las palabras amables y los obsequios facilitan las cosas en el trato social.
Cuando se celebra una boda, acude gente muy diversa, lo que propicia en ocasiones que se conozcan personas que, a su vez, acabarán casándose.
Advierte de las consecuencias negativas que puede acarrear tener un carácter demasiado blando: la pérdida de autoridad.
La afición al vino es difícil de perder y muy inconveniente para la salud, el bolsillo, el trabajo y la vida familiar. Muestra escepticismo ante la posibilidad de recuperación, y sirve de advertencia a la mujer para que no tome marido con tan perniciosa costumbre. En sentido general, alude a la gran dificultad que supone dejar los malos hábitos.
No hay que derrumbarse ante las circunstancias adversas o la mala suerte, sino enfrentarse a ellas con ánimo, pues de este modo se pueden enmendar o evitar que la desgracia vaya a más.
Son beneficiosas las cosas que llegan a su tiempo.
Recomienda dedicar todo el tiempo que sea necesario para hacer algo bien, para asegurarse la obtención de lo que se pretende. No importa que los asuntos se retrasen cuando conducen a buen término.
Del mismo modo que el buey acostumbrado al arado no se tuerce, una persona realiza bien una actividad por haberla hecho durante mucho tiempo. Se aplica este refrán a quien desempeña bien su oficio por su inteligencia y la experiencia adquirida durante años. Se dice también para elogiar las cosas viejas, porque con frecuencia son más provechosas y útiles que las nuevas.
Como quien no quiere la cosa cada cual se acerca a lo que le gusta o necesita. Se emplea con frecuencia para referirse a quien actúa de forma disimulada, malintencionada o maliciosa, cuando lo único que busca es su interés.