A salvo está el que repica
Resulta fácil recriminar a otro su comportamiento en acciones peligrosas, cuando él está en lugar seguro.
(refrain) m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
Resulta fácil recriminar a otro su comportamiento en acciones peligrosas, cuando él está en lugar seguro.
Recrimina a quien se siente afectado por alguna crítica lanzada, a su parecer, contra él.
Se dice cuando uno prefiere su gusto o comodidad a someterse a la opinión de los demás o a los convencionalismos sociales. También se emplea para recomendar actuar rectamente y de acuerdo con la propia conciencia, sin tener en cuenta la opinión de los demás.
Critica a quienes se jactan de realizar el trabajo que otros hacen.
Se aplica este refrán a quien pretende dar lecciones sin comprometerse ni cooperar. Generalmente, en el juego se compromete dinero, o cuando menos la honra o el amor propio. Existe, por tanto, el riesgo de no salir victorioso e incluso de acabar mal. Por el contrario, el que sólo es espectador y nada arriesga, todo lo ve fácil y asiste cómodamente mientras se desarrolla el juego; da su opinión o asegura que tal jugada hubiera sido maestra, pero probablemente no sería capaz de ganar con la facilidad con que habla.
Alude al perjuicio que causa la calumnia, pues resulta difícil demostrar la inocencia del calumniado y recuperar su buena fama.
Recomienda buscar pareja de la misma posición social o económica y, de este modo, se evitarán las críticas.
Explica que de cualquier indicio se puede deducir un hecho. Se aplica en particular para afirmar de cualquier rumor que tiene algún fundamento.
Alude a las personas que critican en otros los mismos defectos que ellos tienen. Se recrimina la contradicción que supone criticar a otro defectos que uno es el primero en tener.
Alude a las personas que critican en otros los mismos defectos que ellos tienen. Se recrimina la contradicción que supone criticar a otro defectos que uno es el primero en tener.
Recrimina a las personas igual de ruines que se echan en cara sus defectos. También se aplica a quienes poseen defectos y vicios y critican faltas menores en otros.
Quien tiene faltas censurables debe ser moderado en la crítica a los demás.
Recrimina a los que se sorprenden de los defectos ajenos cuando los suyos son mayores.
Resulta sencillo señalar los defectos de algo, pero lo difícil es realizar una obra artística bella y perfecta.
Con las palabras se puede llegar a causar un gran daño, por haber atacado duramente la sensibilidad del interlocutor.
Advierte que el tocino da buen sabor a un cocido, del mismo modo que un buen predicador debe valerse de la doctrina de San Agustín, si quiere hablar con fundamento teológico. Se emplea para explicar que algo no es perfecto porque falta lo esencial o para criticar a quien siempre habla de lo mismo. Se puede utilizar también con un sentido irónico, para motejar a quien siempre habla de lo mismo.
Recrimina a quien critica los defectos de los demás cuando los suyos son iguales o, incluso, mayores.
Se recrimina a quien castiga o reprende con severidad los fallos de las personas a su cargo, pese a que él también los cometía no hace mucho, cuando estaba en la misma categoría profesional.
Recomienda prudencia en las burlas que se emiten a los demás, pues pueden recaer sobre uno mismo.
Recomienda discreción y calma cuando se trata de encajar alguna crítica.
Si uno no quiere equivocarse, debe tener mala opinión de los demás.
Se aplica a quien en una conversación interviene de repente, descubriendo que se siente aludido. El sabor fuerte y picante del ajo sirve para referirse a la resignación que debe tener quien se resiente por algo que se censura de modo casual o general, seguramente por estar involucrado en ello.
Advierte no censurar los defectos ajenos si uno está expuesto a incurrir en ellos.
En ocasiones, se causa menos daño hiriendo a alguien que desacreditándola, porque el daño fisico se puede curar y la murmuración o la difamación produce un daño irreparable. Se recrimina a los murmuradores, al tiempo que indica los daños irreparables de la maledicencia.
Con mucha facilidad nos damos cuenta de los defectos ajenos, cuando los nuestros pueden ser mayores.