Una persona despierta e inteligente entiende rápidamente lo que le dicen sin necesidad de entrar en detalles, basta una mera insinuación para comprender y actuar en consecuencia. Por lo general, se emplea la primera parte del refrán para dar una advertencia sin utilizar palabras ofensivas o para aludir a algo que no se desea mencionar de modo expreso.
Este refrán alude a la conveniencia de no difundir algunas cuestiones íntimas, pues revelarlas entraña riesgos y quita una libertad que no se recupera.
Encarece el modo en que actúan las personas sabias, que no se muestran excesivamente agraviadas antes las injurias sino aparentemente comprensivas y con generosidad.
Se aconseja la reserva y prudencia en el hablar, al tiempo que elogia a quien mantiene reserva incluso en lo que es público o al no comentar los hechos escandalosos, pese a ser del dominio público.
Al igual que al guiso conviene dejarlo un tiempo en su recipiente antes de servirlo, la mujer debe hacer esperar a sus pretendientes haciéndose querer.
Recomienda ser prudentes y cautos con las conversaciones mantenidas delante de los niños, pues su ingenuidad hace que, en muchas ocasiones, no sepan ser discretos y repitan sin reparo ni reflexión lo que han escuchado a sus mayores.
Recrimina a quien habla sin reflexionar y recomienda mesura en el hablar para evitar respuestas inesperadas o injuriosas. Este refrán también sirve de advertencia al maldiciente, pues le anuncia que seguramente saldrá malparado si no mide sus palabras.