Se emplea cuando sobreviene algo fuera de ocasión o tiempo. Se dice en tono irónico cuando alguien de cierta edad actúa según es costumbre en la juventud, incluido en el amor. Se refiere especialmente a quien se resiste a envejecer y lo demuestra haciendo conquistas amorosas. En consecuencia, se aplicaría a un viejo verde o a quien tiene un comportamiento impropio de una persona de cierta edad. En sentido muy general, se emplea si ocurre algo a destiempo.
Este refrán anima a ser optimistas cuando las circunstancias son adversas, al afirmar que pueden cambiar rápidamente y pasar a una situación favorable en poco tiempo. Se utiliza también en su sentido literal, para aludir al tiempo atmosférico.
Se emplea cuando se ha cometido una injusticia, a modo de consuelo, pues sólo cabe esperar que la situación cambie y la verdad aflore a la vista de todos.
Hay problemas, males o situaciones que sólo se resuelven con el paso del tiempo o al acomodarnos a ellos. El refrán se refiere en especial a los males morales, como los causados por el amor, no a los físicos
Alude a los cambios que se producen con la llegada de esta estación en el comportamiento de los animales y, en particular, en el de las personas. Los cambios van referidos, más bien, a que se despierta la sensualidad y hay más posibilidades de relacionarse los dos sexos.
Alude al tiempo que suele hacer en el mes de abril. Se dice porque «crece entonces la sangre, con que se humedece el cerebro, y causa sueño» (Autoridades, «abril»).