A muertos y a idos, no hay amigos
La muerte o la ausencia de una persona pueden enfriar la amistad, hasta el punto de olvidar lo que su vínculo obligaba.
(refrain) m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
La muerte o la ausencia de una persona pueden enfriar la amistad, hasta el punto de olvidar lo que su vínculo obligaba.
Se dice con motivo del fallecimiento de alguien que acababa de construir su casa. A veces, los sacrificios, los esfuerzos y la ansiedad provocados podrían ser un factor desencadenante del fallecimiento de alguien con algún problema de salud.
De la vida que uno lleve depende el fin que tenga. Las costumbres determinan en gran medida el tipo de vida y el probable final de cada uno.
Transcurrido ese tiempo ya habremos muerto y nuestra cabeza se reducirá a una calavera; por tanto, estaremos libres de las miserias de esta vida.
Cuando un mal se prolonga no hay buenas perspectivas. También puede aludir a que, después de la lucha con la enfermedad, era una batalla perdida de antemano.
Alude a la brevedad del dolor que sienten algunos al enviudar.
Cuando alguien muere, los allegados al fallecido, por mucho pesar que sientan, han de atender sus asuntos y necesidades, entre ellas una tan básica como su manutención. Se aplica también este refrán para recriminar a quien se olvida demasiado pronto del muerto.
Todos los seres vivos han de morir sin distinción alguna.
Equipara la muerte con el sueño, porque tanto en la una como en el otro las funciones quedan paralizadas, si bien en el sueño es de forma temporal y eterna en el caso de la muerte.
Con la muerte, desaparecen todas las diferencias que existen entre los seres humanos.
Es preferible estar vivo sin ningún tipo de autoridad a estar muerto.
Señala lo poco que sirven los propósitos humanos cuando se trata del casamiento o de la muerte.
La experiencia demuestra que si fallece la esposa, la madre o la mujer que se ocupa del gobierno de una casa, ésta se descompone y decae al faltar quien se ocupe de ella y sepa llevar con buen criterio y con amor la marcha de un hogar.
Alude a la imposibilidad de alcanzar la dicha completa, porque siempre hay algún perjuicio o algún sinsabor.
Quien lleva una vida desordenada tiene, por lo general, un fin desastroso.
La muerte puede aparecer en cualquier momento, tanto en la mocedad como en la vejez.
Se emplea a modo de consuelo para quien ha sufido alguna desgracia o contratiempo.