A cualquier dolencia es remedio la paciencia
La enfermedad ha de combatirse, pero requiere también saber esperar a que siga su curso según las leyes de la naturaleza.
(refrain) m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
La enfermedad ha de combatirse, pero requiere también saber esperar a que siga su curso según las leyes de la naturaleza.
Este refrán, de estructura plurimembre, contiene dos mensajes sentenciosos: por un lado, hay que aceptar las equivocaciones y asumirlas con fortaleza de ánimo; por otro, se recomienda preguntar y buscar consejo antes de tomar una decisión irremediable.
Se dice cuando se ha iniciado ya una acción y hay que procurar terminarla pese a su peligrosidad y aceptando todas las consecuencias. Se emplea para indicar que, ante una situación muy difícil, se opta por la solución más descabellada, en este caso representada por la decisión de tirarse al río, por ejemplo, ante el avance del enemigo o un fuego. Tal opción se debe ante la desesperación que conduce a que ya nada importe, o ante la idea de que lo más absurdo representa la única solución.
Cuando se sufre un descalabro, hay que intentar perder lo menos posible. También se emplea para indicar conformidad porque la desgracia acaecida no es tan grande como se temía.
Quien no tiene ambición, se conforma con facilidad, incluso si pierde. Se emplea para expresar resignación ante el infortunio.
Se emplea cuando surge un obstáculo o un imprevisto que trastoca o destruye nuestros planes y expectativas. Refleja un sentido providencialista de la vida humana.
Es preferible carecer de una parte de algo a vernos privados de todo, pues la privación, cuanto menor sea, menos perjudicial resultará.
Todo tiene su parte negativa, su parte triste, por lo que no queda más remedio que aceptarlo como es.
No hay felicidad completa en este mundo, pues todo tiene su parte alegre y su parte triste.
No se puede tener todo en esta vida, pues todo tiene sus inconvenientes.
Advierte que no se alcanza la dicha por completo, pues siempre hay algún sinsabor.
Alude a la imposibilidad de alcanzar la dicha completa, porque siempre hay algún perjuicio o algún sinsabor.
Se debe aceptar tanto lo bueno como lo malo de algo que emprendemos. Quien disfrutó de lo bueno de una situación o de la relación con una persona ha de conocer y padecer lo malo o menos agradable. Se puede aplicar a quien actúa egoístamente. En sentido general, alude a quien va a recibir provecho de algo, no debe excusarse del trabajo o de las molestias que conlleva.
Cuando necesitamos algo, a veces vamos a pedírselo a otra persona, pero, si resulta que ésta tampoco lo tiene, no queda otra opción que volver a casa y pasar sin ello. Recomienda, pues, resignación cuando no conseguimos algo. Por otra parte, el refrán recomienda valorar lo que uno posee, ya sea en uno mismo, en su familia o en su ámbito, pues constituyen recursos suficientes para resolver determinadas situaciones.