A muertos y a idos, no hay amigos
La muerte o la ausencia de una persona pueden enfriar la amistad, hasta el punto de olvidar lo que su vínculo obligaba.
(refrain) m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
La muerte o la ausencia de una persona pueden enfriar la amistad, hasta el punto de olvidar lo que su vínculo obligaba.
Conviene desconfiar de quien sospechamos que con el tiempo puede abusar de nuestra confianza y convertirse en los amos.
Recrimina a quienes se alejan del amigo, una vez que ya no se obtiene provecho de él.
Quien adquiere una alta posición social o llega a ocupar un puesto importante, suele olvidarse de los amigos y de los favores recibidos.
La costumbre de este ave carnívora de comer los cadáveres empezando por los ojos sirve para simbolizar la ingratitud, al desagradecido que paga con el mal el bien que le han hecho. Por el elevado número de ingratos, este refrán recomienda ser prudentes al hacer favores.
La sangre, la chinche, el agraz... representan las ingratitudes que a veces llegan de quienes se llaman amigos. Alude a quienes hieren en lo más delicado a las personas que le han otorgado su confianza. Por eso, se recomienda no confiar demasiado en los que se venden por amigos.
Recrimina la ingratitud de ciertas personas.
Acudimos por ayuda en la necesidad, pero solemos olvidar el compromiso de agradecimiento.
Quien mejora de nivel de vida puede vanagloriarse hasta el punto de olvidar los afectos familiares, y especialmente el de los padres gracias a cuyo sacrificio pudo ascender.
Recrimina a quienes se olvidan de quien, una vez conseguido un beneficio, se olvida de quien lo ha hecho posible.
Recrimina al ingrato. Hay gente capaz de perjudicar a quien le ayuda.
Se aplica a los que son incorregibles o a quienes se hacen los sordos.