Los instrumentos o medios buenos o de buena calidad facilitan el aprendizaje de los pincipiantes; así, para un jinete inexperto es mucho mejor montar un caballo ya amaestrado que uno sin domar. En un sentido más amplio, se indica que la experiencia de la persona madura debe encauzar la osadía y la intrepidez de la juventud.
Elogia la experiencia de la vejez para encauzar la intrepidez de la juventud, mediante la imagen del jinete ya consagrado que sabe cómo domar o dominar un caballo joven. Por otra parte, es preferible dejar una tarea nueva y difícil para quien ya ha pasado por situaciones semejantes.
Del mismo modo que el buey acostumbrado al arado no se tuerce, una persona realiza bien una actividad por haberla hecho durante mucho tiempo. Se aplica este refrán a quien desempeña bien su oficio por su inteligencia y la experiencia adquirida durante años. Se dice también para elogiar las cosas viejas, porque con frecuencia son más provechosas y útiles que las nuevas.
Por su experiencia de la vida la persona de edad es quien mejor puede dar consejos. En las variantes, se añade la figura del rico, del poderoso que puede ayudar a los más necesitados.
Quien ha padecido algún daño en una situación peligrosa teme hasta la apariencia de aquello que le ha hecho sufrir. En un sentido más general, este refrán indica que una experiencia dolorosa nos vuelve muy desconfiados.
Da a entender que sólo se percibe la gravedad de una enfermedad cuando uno o alguien muy próximo cae enfermo. En sentido más amplio, uno no se da realmente cuenta de los aspectos negativos de algo hasta que no los sufre personalmente.