A caballo regalado, no le mires el diente
Este refrán recomienda aceptar los regalos de buen grado y sin poner reparo alguno, pues se considera descortés el analizar exhaustivamente la calidad del obsequio, así como resaltar sus defectos o fallos.
(refrain) m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.
Este refrán recomienda aceptar los regalos de buen grado y sin poner reparo alguno, pues se considera descortés el analizar exhaustivamente la calidad del obsequio, así como resaltar sus defectos o fallos.
Recomienda conformarse con lo que se tiene, si no se ha conseguido algo mejor.
En ocasiones, se presenta el trabajo o ciertas exigencias como ineludibles. Se emplea cuando alguien ha de hacer una cosa en contra de su voluntad y no queda más remedio que aceptarlo con resignación.
Se puede emplear en sentido literal (el tiempo atmosférico) y metafórico. Referido al físico humano, aconseja no hacer notar los gestos que pueden reflejar nuestra decepción ante cualquier suceso. Referido al comportamiento, recomienda mantener el temple y no desanimarse cuando se presentan contrariedades y momentos difíciles, pues, pese a no poder cambiar la situación, se puede cambiar la actitud.
A veces hemos de limitarnos a aceptar lo que la vida o las personas nos den, ya que, al tratarse de un beneficio, debemos mostrarnos satisfechos sin poner reparos a lo que recibimos.
Refrán creado a partir del sentido literal de que, cuando Dios manda algo, a San Pedro, su apóstol, sólo le queda darle la bendición, o sea, aceptarlo. El refrán denota que, en ocasiones, sólo cabe aceptar el buen o el mal éxito de un asunto con resignación y conformidad, por el giro que toman las circunstancias.
Se dice para expresar conformidad ante una situación. No debe uno preocuparse por lo que todavía no ha sucedido y, por consiguiente, debe esperar el resultado con calma.
Recomienda soportar con resignación los malos momentos por los que pasa un familiar.