Señala la obligación que tiene el hombre de cumplir su palabra y el buey, uncido por el cuerno, de tirar o arar. También se emplea para indicar que se conoce al buey y al hombre por sus respectivos atributos.
Resulta gratuito hablar cuando hay documentos para probar lo que uno dice, porque más fuerza poseen los documentos que acrediten algo que el testimonio oral.
No hay que confiar alegremente en lo que dicen o prometen las personas, y más sin conocerlas bien. Esta paremia manifiesta también lo difícil que resulta medir las obras con las palabras.
Recomienda poner por escrito cualquier acuerdo establecido con otra persona, por ser la forma más eficaz de demostrar que tal acuerdo existe. Advierte, pues, contra quienes no cumplen su palabra.
En cuestiones de amores, conviene dar pruebas a la persona amada del afecto que se siente. En sentido general, se refiere a los que hablan mucho pero luego nada hacen o no cumplen lo prometido.
Con frecuencia no se cree la promesa dada porque se incumple con facilidad, por lo que se recomienda dejar constancia plasmándola por escrito. Se puede aplicar también a quien ofrece con facilidad lo que poco cuesta.